Cuando te enamoras piensas que es para siempre, que durará toda la vida. Sin embargo, cuando llega el desamor a tu vida, cada día crees que será el último.
Te has ido y no me has dado instrucciones. Ahora no se qué hacer con nuestros recuerdos compartidos, nuestros tesoros escondidos y nuestros secretos más profundos. Vuelve amor y pon orden en mi corazón.
Las rupturas se asemejan a las velas. Aunque no se consuman, aunque las apaguemos con total consciencia, no podremos evitar durante un tiempo el poso de calor que dejó la llama.
Aunque me abandones, aunque me dejes inmóvil en tu camino como un objeto roto y olvidado, hay algo de lo que no podrás desprenderte: el peso de la memoria.
El desamor, si uno lo piensa fríamente, se reduce a un puñado de adverbios temporales: "aún no estoy seguro", "es pronto para comprometernos", "volveremos a vernos algún día" y "ya te llamaré".
Tal vez algún día entiendas que el amor no se puede manejar como si de un juguete se tratara: el sólo se desvanece cuando no encuentra espacio para seguir creciendo en libertad.
No se trata de enseñar qué está bien o qué está mal. Cuando uno ama de verdad todo el sentido común nos viene de repente y sentimos que no es necesaria la experiencia para saber cómo actuar ante un beso o ante una lágrima.
Cuando necesitas experiencia para saber cómo reaccionar ante un beso, una caricia o un abrazo, es probable que lo que sientas pueda llevar cualquier nombre menos el de amor.