Te fuiste y me dejaste los paseos sin sentido, los cigarros que se consumen solos, las llamadas sin respuesta, los besos que no me diste y mis lágrimas que no dejan de caer.
La despedidas deberían de estar prohibidas. Una enorme señal que prohibiera esos momentos de silencio que desgarran por dentro y que solo nos dejan un adiós por respuesta.
Es probable que en otro momento de mi vida, esta situación hubiese sido una de las más tristes pero no he de sentir melancolía para sacar de mi vida a quien nunca me mereció.
Dicen que en el mundo todo es cuestión de perspectiva. Y es cierto. Debería estar triste y, sin embargo, me invade la alegría. ¡Qué buena elección la de decirte adiós!
Que esta despedida sólo sea el comienzo de una gran etapa en tu vida y que encuentres a alguien que realmente pueda hacerte feliz ya que es evidente que yo no pude.
A veces, amar es saber decir adiós cuando honestamente miramos en nuestro interior y entendemos que no seremos capaces de hacer feliz a la persona a la que queremos.
Puedes admitir una derrota, para levantarte del camino en el que te sentaste un día para no avanzar y poder retomar las cosas buenas de la vida, como un nuevo amor.
Qué triste es tener que despojarse de ese sentimiento de amor profundo hacia otra persona, que te hunde y te hace caer en un espejismo de desgracia irremediable.