El adiós se me clavó en el costado como un aguijón de tristeza. Desde entonces, ya no cuento las horas por minutos, sino por la distancia que nos separa.
Aunque me abandones, aunque me dejes inmóvil en tu camino como un objeto roto y olvidado, hay algo de lo que no podrás desprenderte: el peso de la memoria.
Enamorarse de una amiga puede llegar a salir rentable. Ya conoces sus gustos, sus manías, y probablemente ya habrás memorizado la fecha de su cumpleaños.
El amor tiene los mismos efectos que un terremoto: breves temblores, desconcierto y algún que otro llanto. Cuando pasa, lo único que deja es desorden, destrozo y la incógnita de cuándo volverá a suceder.
He llegado a la conclusión de que los idiomas resultan imprecisos y escasos para el amor, pues no hay palabra en el mundo que pueda expresar lo que te quiero.
El amor es como un trayecto en tren, con sus estaciones y sus pasajeros. Sin embargo, la única certeza de ese viaje es que el conductor será el único que seguro llegará a la última parada.
Mi descuido y mi impuntualidad me han hecho perder muchos trenes en la vida. Por eso me siento tan dichoso de haber sido capaz de subir en la parada de tu corazón.
Quisiera poder decirte que te amaré para siempre, más allá de mi cuerpo y de las cosas. Pero no puedo mentirte. No tengo constancia de que exista la eternidad.
Si algún día tropiezas y tus rodillas dan de bruces contra el suelo, no extiendas tu mano hacia tu novia para pedir su ayuda. Yo llevo casado desde entonces.