El desamor, si uno lo piensa fríamente, se reduce a un puñado de adverbios temporales: "aún no estoy seguro", "es pronto para comprometernos", "volveremos a vernos algún día" y "ya te llamaré".
Que el amor no es una enfermedad es una evidencia por todos aceptada. Pero, ¿qué hay del pulso acelerado, la garganta contraída y esa punción del esternón cuando uno ama?.
La filosofía, a veces, nos ayuda a superar un abandono. Será un pretexto, pero me consuela pensar que para Heráclito, mañana ya no serás la misma mujer.
El amor y la distancia son como el agua y el aceite. Sabemos que no terminarán juntos pero removemos, insistimos con fuerza, creyendo que seremos los primeros en culminar victoriosos el experimento.
Amistad y amor son dos términos que a menudo se confunden. No porque los amigos suelan terminar por enamorarse, sino porque cientos de relaciones finalizan con la quimera de seguir siendo amigos.
Yo no busco un amor ardiente, ni impetuoso, ni frenético. No es que menosprecie la pasión, es que aspiro a la perpetuidad que suele albergar el amor sereno y entregado.