Los amores de juventud suelen conocer la geografía de lo inhabitado: no hay ninguno que no haya buscado un parque, un portal vacío o un recóndito lugar donde esconderse.
Eres la persona con la que me despierto, con la que disfruto mi tiempo libre y con la que duermo cada día. Aun cuando no estás eres el centro de mi universo.
Le enseñé que la vida cogidos de la mano podía ser mucho más sencilla, sin embargo en cuanto se convirtió en cisne echó a volar y ni siquiera pensó en mirar atrás para despedirse.
Pensé que eran verdad todos esos planes que hacías en tu cabeza donde me incluías a tu lado pero poco a poco me doy cuenta de que el nosotros era una palabra, vacía, etérea, y carente de significado.
Desde el primer día me quedé exhausto pensando en el esfuerzo que tendría que hacer para pasar el resto de mi vida con alguien tan especial como tú. Pero al final todo eso ha merecido la pena y soy feliz mientras mis labios sonríen por ello.
Pongo mi confianza en ti puesto que mi amor no lo quieres. Pongo mi confianza en ti puesto que has decidido que nuestra gran complicidad no te mueve nada por dentro.
Seré, si no me dejas, el ingenuo que esperaba un saludo tuyo en la puerta de tu casa y que ahora te espera en nuestro hogar, el que construimos juntos.
Es nuestra hora. Un momento para quedarnos sin palabras, para ser sinceros, para agotar los cartuchos, para no pensar en si se acaba algún día este tiempo.
En la lejanía de unos escasos milímetros calculo la cantidad de amor que siento por ti y reniego de mi mente matemática...hay cantidades que superan la razón.
El mar azul es reflejo de nuestro amor. Se vuelve bravo, indomable, mostrando un horizonte inalcanzable. Así te veo, cada vez más lejos, más frío, cada vez mostrando la nada en la que quedan estancados los amores imposibles.