Hay personas que nos hablan y ni las escuchamos; hay personas que nos hieren y no dejan cicatriz, pero hay personas que simplemente aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre.
Mi ojo asciende al sexo de la amada: nos miramos, nos decimos palabras oscuras, nos amamos como se aman amapola y memoria, nos dormimos como el vino en los cuencos, como el mar en el rayo sangriento de la luna.