Amo el amor que se reparte en besos, lecho y pan. Amor que puede ser eterno y puede ser fugaz. Amor que quiere libertarse para volver a amar. Amor divinizado que se acerca Amor divinizado que se va.
El amor no debe rogar, ni tampoco exigir. El amor tiene que tener la fuerza suficiente para llegar por sí mismo a la certeza. Entonces ya no es arrastrado, sino que arrastra.
Es imposible el amor al prójimo sin amarse a uno mismo. El odio a uno mismo es exactamente igual que el egoísmo desaforado y al final produce el mismo aislamiento espantoso y la misma desesperación.
Todas las cosas del mundo se pueden imitar y falsificar, menos el amor: el amor no se puede robar, ni imitar, vive sólo en el corazón que sabe entregarse totalmente. Esta es la fuente de todo arte.
Todo aquello en lo que ponemos amor es algo que supravaloramos y por eso de vez en cuando exige también contradicción y crítica, porque vivo y valioso sólo lo es el amor, no el objeto en el que lo colocamos.
Puede que sea cosa de grandes pensadores observar el mundo y despreciarlo. Pero a mi lo único que me interesa es poder amar el mundo, poder observarlo a él, a mí y a todos los seres con amor, admiración y respeto.