Los sexos se engañan mutuamente; esto se debe a que, en el fondo, no se quieren ni se respetan más que a sí mismos (o a su propio ideal, para expresarme en términos más halagüeños). Así, el hombre quiere que la mujer sea dulce; pero la mujer, como la gata, es por naturaleza todo lo contrario de dulce, por hábil que sea en mostrar las apariencias de la dulzura.