Cuando te enamoras piensas que es para siempre, que durará toda la vida. Sin embargo, cuando llega el desamor a tu vida, cada día crees que será el último.
Las rupturas se asemejan a las velas. Aunque no se consuman, aunque las apaguemos con total consciencia, no podremos evitar durante un tiempo el poso de calor que dejó la llama.
El desamor, si uno lo piensa fríamente, se reduce a un puñado de adverbios temporales: "aún no estoy seguro", "es pronto para comprometernos", "volveremos a vernos algún día" y "ya te llamaré".
¿Por qué no me dejaste tan sólo un momento para hacerte feliz? No me diste la oportunidad de darte el amor que tenía para ti, y ahora me ahogo intentando salir del mar de emociones que me hiciste sentir.
Te has ido y no me has dado instrucciones. Ahora no se qué hacer con nuestros recuerdos compartidos, nuestros tesoros escondidos y nuestros secretos más profundos. Vuelve amor y pon orden en mi corazón.
La filosofía, a veces, nos ayuda a superar un abandono. Será un pretexto, pero me consuela pensar que para Heráclito, mañana ya no serás la misma mujer.
Tal vez nos damos cuenta de que el amor no es suficiente cuando el entendimiento deja claro que no está de nuestro lado y comienza a hacer sus maletas.
El desamor tiende a magnificar los recuerdos, la recreación del tacto, los instantes felices. Pero no es un pretexto para sobrellevar el pasado, sino un mecanismo para aprender a convivir con el futuro.
Yo siempre pensé que era un diamante sin pulir. Dicen que el amor es ciego, y yo te digo que sí... ¿diamante? ¡Menuda piedra que he tenido junto a mí!.
Se acabó nuestro amor y vamos a ser libres. Por todo lo que hubo, y lo mucho que te quise, quiero que vueles alto, y te alejes de mí. Se acabó nuestro amor, que seas muy feliz.