Mientras te alejabas, te volviste media luna para decirme adiós. Pero yo ya no observaba tu cuerpo, ni el vaivén de tu mano. Observaba la interrogación del adverbio de tiempo que nos separaría.
Dicen que el amor no entiende de fronteras, ni de mapas, ni de ciudades. Yo no sé si es verdad, porque lo cierto es que en ti, he hallado el centro de mi geografía.
El desamor tiende a magnificar los recuerdos, la recreación del tacto, los instantes felices. Pero no es un pretexto para sobrellevar el pasado, sino un mecanismo para aprender a convivir con el futuro.
Podría encontrar cien razones para amarte, cien motivos repletos de ti y de obviedades. Pero este solo instante, este solo gesto de unos ojos que ríen mientras te hablo, es suficiente para justificarme.