A veces, amar es saber decir adiós cuando honestamente miramos en nuestro interior y entendemos que no seremos capaces de hacer feliz a la persona a la que queremos.
No te digo un adiós definitivo porque aún hoy me da miedo que esta despedida sea un error, porque tengo miedo a que venga el recuerdo de alguno de tus besos y porque me duele el corazón si él ve que tu imagen se aleja para siempre.
Puede que este amor que hoy te deja, vuelva un día siendo mucho más de lo que en su momento fue. Tan sólo recuerda lo que marcó tu vida para siempre, el resto se perdona.
Cuando iniciamos nuestra relación era consciente de que podía ocurrir, podría pasar que algo rompiese nuestros lazos. Sin embargo, llegados a nuestro punto de ruptura, no imaginaba que fuese tan pronto.
Te fuiste y me dejaste los paseos sin sentido, los cigarros que se consumen solos, las llamadas sin respuesta, los besos que no me diste y mis lágrimas que no dejan de caer.
Dicen que en el mundo todo es cuestión de perspectiva. Y es cierto. Debería estar triste y, sin embargo, me invade la alegría. ¡Qué buena elección la de decirte adiós!