Sé desde hace tiempo que soy tu pañuelo de lágrimas, que descargas sobre mí todos tus amores perdidos. Yo quisiera ser aquel por el que suspiras, aquel por el que te desvelas y el que deseas que salga a tu encuentro.
Me pregunto todas las noches que es lo que me falta para conquistarte, que necesitas para que mi amor sea correspondido. Pídeme lo que quieras y te lo daré el sol, la luna y las estrellas si es preciso.
No quiero que la amistad me cure las heridas que este amor que no llega me está dejando. No quiero que seas mi amiga y me des tu consuelo porque me duele más eso que esperarte a lo largo de la vida entera.
Estoy esperando que se abra la puerta de tu corazón que siempre me tiene a la espera. Que duro es no ver las ventanas que dan aire, ni otras puertas que ya están abiertas y me extienden los brazos con calma.
Espero que algún día puedas entender que mi partida no tiene otra razón de ser que mi completa incapacidad para evitar besar tus labios cuando los tengo justo enfrente.
Mi vida es como un río a contracorriente, porque he elegido quererte sin ser correspondido. Sin embargo, como el agua cristalina espero que algún día veas a través de mis ojos la claridad de mi amor y lo que he luchado por ti.
Cuando me atreví a su susurrar el primer te quiero, ya no estabas junto a mí para escucharlo. Desde aquel día, sigo susurrándoselo al viento con la torpe ilusión de que lo oigas.
Pensé que eran verdad todos esos planes que hacías en tu cabeza donde me incluías a tu lado pero poco a poco me doy cuenta de que el nosotros era una palabra, vacía, etérea, y carente de significado.