Echo de menos aquellos momentos en los que tus ojos jugaban a cruzarse furtivos con los míos; esos instantes en los que solo tu y yo sabíamos, que el juego terminaría en un te quiero.
Un calor inesperado, mejillas sonrosadas. Mis rodillas se aflojan y una risa tonta me respalda. Mi presión arterial se eleva y siento como me arrastra la euforia. Mi corazón se acelera y soy más que consciente de ser víctima de un flechazo.
El amor a primera vista te corta de repente tu eje de emociones en dos y por un lado te encuentras con esa parte terrenal que te dirá que la vida no se mide en instantes tan cortos como para poder decidir y con la parte emocional que te dirá que hay trenes que solo pasan una vez en la vida.
Olvidar la funda de mis gafas sobre la mesa de ese bar ha sido el extravío más revelador de mi existencia...giré y ¡zas! Tú y mi funda, armonioso conjunto para una miope recién enamorada.
Tras conocer a la persona que crees que iluminará tu vida para siempre, una sonrisa de enamorado invadirá tu ser sin que puedas hacer nada para remediarlo.
El amor a primera vista es una sensación muy bonita que se siente la primera vez que ves y hablas con esa persona que te paraliza con la mirada y te encandila con sus palabras dejándote sin respiración.
El amor a primera vista surge de una conexión profunda que no entendemos y de una conversación entre dos almas en un lenguaje cifrado que sólo el corazón entiende.
Preguntarte si lo que sientes es amor a primera vista es confirmar que no lo es. Ese amor te invade, lo sientes, pero te ciega la razón y no eres consciente de que te has enamorado.
Nunca imaginé que no sería yo, sino mi muela inferior izquierda, la que encontraría al hombre de mi vida. Ir al dentista desde entonces es mi cita preferida.
No sé si existe el amor a primera vista, sólo puedo decir que no podría haberte dejado marchar sin preguntar tu nombre, ese nombre de quien escucho susurrarme te quiero.